El que algo quiere, algo le cuesta.
Eso se demuestra fácil cualquier día que esté de turno de tarde. Vamos, que si quiero aparcar en el carril bus, hay que llegar tardecito...y ahí el irse a entrenar media horita, sin aspavientos ni excesos de velocidad, ayudan a conseguir uno de los mejores sitios del barrio, ahí en plena avenida, todo fashion; lo que implica, a su vez, uno de los madrugones más estúpidos del barrio porque antes de las 8.00 el coche ha de volar. En fin...nada sorprendente que lo haga.
En cambio, esta tarde la situación es diferente. Saliendo a las 2, no es plan de liarse 8 horas entrenando para aparcar en el carril bus, aunque ahora que lo pienso, solo le veo ventajas...de momento, no me enteraría de nada de la vida de la belunciaesteban(coestaocupado) y eso, ya es un puntito. Pero vamos, casi que mejor llegar pronto, ver que la etapa de la Vuelta va a ser un tostón desde el avituallamiento y dedicarse a los placeres de la siestzzzzzzzzz.
Una vez despierto, uno tiene sentimiento de culpa. Debería entrenar, ¿no?. Antes, mejor, voy a comprar. Vaya, bajo por las escaleras y me noto la PamelaAnderson corriendo con sus flotadores. Sí, hay que entrenar que al final no será coña eso de ir a rodar...ay.
Total, 19:15, me visto de atleta de esos que hacen carreras de montaña, vamos, camiseta de Alfondeguilla i prou y al lío. Bajo por las escaleras...Pamela, estás acabada. Hoy hago una hora, que se me haga de noche. Abro la puerta. Salgo a la calle. Llueve. A casa, esto hay que contarlo...
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