Se nota que llega ya el frío, a las siete hace una rasca de éstas que te hace pensar "que no estaré mejor durmiendo un ratito más...", así que a las 9 me dio por levantarme. Por aburrimiento, hay que reconocerlo. La culpa, por supuesto, de la tendinitis, que me ha restado capacidad de sacrificio. Faenón. El primer paso -levantarse- hecho. Ahora queda el segundo, esto es, decidirse a hacer algo. ¿Limpio o corro?. A los 5 minutos arranco dirección a Cortes de Pallás.
¿Qué se me ha perdido?. Nada, tan solo la pereza de limp...digo, de no decidirme entre Serra o Gilet hace que busque algo por esto de la red. En efecto, busco sentado. Al lío, en rocacoscollá se habla de una ruta circular, cortita muy recomendable, así que para allá vamos.
Entre pitos y flautas, nos plantamos en Cortes de Pallás pasadas las doce. Está lejillos (sino, sería Cortes de Pacás, de cajón, vamos). Una vez en la citada villa, recordad que en sábado hay un mercado y que puede entrar uno con el coche. Obviamente, igual que se entra se ha de salir, pero me ha llegado el rumor que la gente mira con cara extraña y tal, lalalalalala.
En fin, aparcamos en un parking que hay al lado de un minicauce y nos dirigimos, a cien metritos de nada, al poste indicativo del Sendero Cavanilles, o SL-13. Nuestro objetivo. Así que a seguir las rayas blancas y verdes. El tramo inicial es una rampa de cemento de unos 400 metros o así. Y digo que es una rampa de cemento porque, al principio, sin dar tiempo a que aparezcan las primeras marcas, sé de uno -que no es el mismo que se metió en el mercado con el coche, no, que vaaaaa- que ya se equivoca y se mete por un senderillo que lleva a unas casas. Media vuelta. Bueno, ya bajamos.
Volvemos a la rampa. Ya subimos. Cogemos ya senda y llegamos a la bifurcación. La ruta es circular, así que se nos presentan dos caminos. "Hola, soy un camino". "Hola, soy el segundo camino". "Hola, soy jose, encantado". La recomendación es hacerlo en el sentido de las agujas del reloj. Traducción, por la izquierda, que tira más pa'arriba.
Siguiendo una senda bastante cuidada y adecentada -me da, con mis pocos conocimientos de geología, que las piedras no están distribuidas aleatoriamente por el sendero-, nos encaminamos a coronar la Muela. En los tramos que no se corre, se puede mirar el paisaje. De hecho, paro porque no puedo con mi alm...paro a contemplar el paisaje porque las vistas lo merecen: el embalse, Cortes, el Júcar....vamos, todo es digno de quedarse un tiempo contemplándolo. Y más si es arriba del todo, porque así no hace falta que levantes la vista y digas..."aún queda tó eso??".
Una vez coronado la Muela (la añadimos al listado de Muelas conquistadas. Vamos, con Segart y ya). Nos encontramos, de bruces, con un pequeño depósito de agua. Rodeado con una valla, lo primero que una piensa -se va a confirmar que pensar no es mi fuerte- es que por ahí arriba están las traviesas de un tren (así, sin catenaria ni nada...bien, jose bien. Hay un Nobel esperándote...). En fin, hay que andar con un poco de ojo, que el sendero sigue las vallas que rodean a dicho depósito. Cierto...yo me fui hacia las antenas que se veían a la derecha. Aysssss.
Una vez vuelto sobre nuestros pasos. Seguimos la valla. No hay muchas marcas, así que habrá que seguir. Seguimos. Un poco monótono, solo. Acompañado seguiría siendo monótono. Más marcas. Más valla. Más depósito. Marcas muy juntas a ambos lados. ¿Será alguna señal?....
(Si te interesa únicamente la descripción del sendero, sáltate este párrafo) Seguimos la valla. Uy, es curioso, desde las cuatro marcas ésas que había en cinco metros, ya no hay ninguna. Seguimos la valla, seguimos la valla, rodeamos el depósito. Cero marcas. Bueno, pues nada, daremos la vuelta al depósito y cuando nos crucemos con el sendero, bajamos por el mismo sitio y me cargo el mito de lo difícil que era perderse en esta ruta circular tan marcada. Torpe se me queda corto. Uy, problema. El camino junto a la valla, desaparece. Senda inexistente. Sigamos la valla. Seguimos la senda inexistente. Problema: la valla junto a un cortado. Precipicio. Por aquí ya no me apetece seguir la valla. Volvamos. Casi 6 kilómetros de regalo después, junto, a la valla, junto a cuatro marcas -a ambos lados de la pista- de SL, hay un montón de piedras y un senderito que sale a nuestra izquierda...que estamos volviendo de donde Cristo perdió el gorro.
(Si te has saltado el párrafo anterior porque mira que largo es y que pocas cosas con sentido tiene). Pues eso, nos encontramos cuatro marcas de sendero y ahí, con mi vasta experiencia en senderos, soy consciente que habrá que desviarse a la derecha. Al principio llaneamos, lo cual hace que nos olvidemos de ver pasar valla y valla y valla...hasta que la cosa va cogiendo un poco más de pendiente y nos encontramos con el espectacular Paso de la Franca. Sendero con un pequeño terraplén a nuestra derecha y pared a la izquierda. Dicho así, suena muy terrible. Pero vamos, le quitaremos hierro diciendo que yo, que no me pierdo en estos senderos, la bajé trotando sin necesidad de ir cogiéndome a la pared. Eso sí, tampoco bajé esprintando...
En este tramo, las vistas son fascinantes. A diferencia de las de la Muela, aquí falta el agua y un poco de vegetación, pero eso permite ver con total nitidez por donde baja la senda. ¿Y llega ahí abajo?. Pues sí, y más abajo también. Bajada sencilla, con bastante giro de 180º -buenísimo para el tendón, oiga- y algún tramillo de fuerte pendiente. Para añadirle gracia al asunto, algún repechillo para que te terminen de doler las patitas. Aparte de todo lo anterior, merece la pena detenerse un pelín -a respirar, si es el caso- en el tramo del arroyo de Cortés, donde ver agua más cristalina que ésa está complicado, creo.
Luego, terminar de seguir el sendero, volver a encontrarnos con la bifurcación para la Muela y, una vez en el cemento, todo para abajo, sin desviarse hasta la carretera...que nos conocemos.
En el strands sale esto y el perfil es esto otro...que quitando los 6 kilómetros gratis que he añadido por el amor al arte queda una ruta la mar de apañada para iniciarse en esto del senderismo y ganarse un almuerzo del copón.